Los extraños

Allá lejos, en el horizonte, como serpiente metálica, un tornado se acerca y deshace todo a su paso, como si contuviera millones de navajas de rasurar. Beefheart y Janis observan el fenómeno desde la habitación de Jim, su hijo, en la parte alta de su casa; habitación que no tiene gran parte del techo, ni la pared de enfrente ni la de la derecha, que está en ruinas como si hubiera sido derrumbada muy recientemente. Ambos observan la escena y se miran, ambos están de acuerdo, deben salir de ahí, se dirigen a la puerta y entran a la casa.
Abajo suena música alegre, repetitiva pero agradable, bajan y encuentran que en la sala hay una reunión de amigos, algunos juegan, otros platican, otros bailan. Jim su hijo, charla alegremente con Lucy. Pasan cerca de él, lo ven con mucha seriedad, pero no le dicen nada y salen de la casa. Como todo el día ha estado nevando, la calle está obstaculizada por la nieve, así que toman unas palas y se disponen a limpiar la calle, pues esperan que en cualquier momento arribe la abuela de Jim.
Jim y Lucy conversan cautivados. Ella le dice que quiere estar a solas con él, el muchacho propone ir a su cuarto, la joven sonriente acepta y se adelanta a subir. Arriba el ambiente es más tranquilo. Jim encuentra a Lucy recargada en una pared, aunque con una postura extraña, una mano en la cabeza y otra en la garganta. En eso, se escucha el chirriar de la puerta de la habitación. La puerta se abre y de ella surge su abuela. –Abuela, ¿qué haces aquí, a qué hora llegaste? -dice Jim. La abuela, con cara de cartón lo mira, pero no le contesta nada. Puesto que ya no puede estar ya a solas con su novia, le dice a su abuela que va a avisar a sus padres de su llegada; toma de la mano a la chica, que de pronto la siente fría y sin fuerza, y se dirigen nuevamente a la planta baja. En la sala él dice en voz alta que la fiesta ha terminado. Los invitados se retiran poco a poco y después, cuando ya todos se han ido, los novios se sientan en el sofá. Ella, que en verdad parece enferma, débil y sin voluntad, continua con esa rara postura. Él le separa las manos de la cara y garganta para ver cual es la causa de su malestar y descubre que tiene un pequeño tubo insertado a la altura de la clavícula, seguramente en la arteria aorta. Por el pequeño artefacto circula un trasparente y amarillento plasma sanguíneo. Ahora bien, es tal la confusión de Jim que sólo atina a llorar y llenar de besos acuosos a su amada, le quita la blusa para verificar bien la situación y ve como el tubo que surge a la altura de la clavícula, conecta a la parte derecha del vientre, "seguramente a la vena cava inferior", intuye Jim.
En eso, sus padres, Beefheart y Janis, entran a la casa penosamente. Jim mira el aspecto de sus rostros agotados, húmedos y acartonados, y le viene el reciente recuerdo de la cara de su abuela. Ellos lo miran intensamente, él se da cuenta de la situación y de inmediato intenta cubrir a Lucy con su blusa, pero ellos con un gesto le dicen que no lo haga, y antes de que el muchacho lo advierta, ya están a lado de la chica conectando una especie de válvula a la pequeña manguera donde circula el plasma y luego, lenta y alternadamente succionan poco a poco la sustancia. En segundos, sus rostros comienzan a recobrar la frescura que les caracteriza. El muchacho no sabe que pasa, está confundido y su visión comienza a nublarse. Beefheart y Janis lo toman de los brazos y lo conducen a arriba, a su cuarto. El joven siente que sus piernas se derriten y casi no es capaz de sostenerse de pie. Ellos lo dejan junto a la puerta de su cuarto, donde está la abuela, al parecer esperándolos como estatua imponente, mientras van por Lucy.
Una vez frente a la abuela, esta levanta mecánicamente la mano izquierda y lo sostiene. ël se siente ajeno a su cuerpo, ve los ojos de la anciana y descubre que en ellos circula el universo. Cuando sus padres llegan con su novia, el muchacho piensa: "No, a ella no le hagan daño." Pero ellos simplemente se limitan a colocar a la muchacha muy cerca de donde él está y se retiran un poco. La abuela dispara miradas, del cuerpo de Lucy a los ojos de Jim, sus ojos universales parecen devorarlo y a la vez le sugieren libar el alma de su novia, pero él no podría hacer eso. No, no podría dañarla porque la ama, y de todos modos ya no tiene fuerzas para hacerlo.
Beefheart y Janis se dirigen a la puerta de su cuarto. Incrédulo percibe como "ellos", los que creía sus padres, se quitan la ropa, el cabello, la piel, se deshacen de sus fundas y quedan convertidos en algo así como sombras en tercera dimensión, como masas de obsidiana líquida, que ahora amorfas, abren una puerta de la que se desprende luminosidad y viento tibio, la penetran y desaparecen.
La ya mirada borrosa de Jim se posa finalmente en Lucy. ¡Ah! La ama tanto que no le importa dar su vida por ella. En ese momento la abuela, existencia infinita, lo deja caer y se dirige a Lucy, de un tirón arranca el tubo de plasma; la joven despierta de su letargo, ve al monstruo, da un aterrador grito y baja corriendo por las escaleras.
Con el artefacto entre sus manos, trabajosamente, "La abuela" se dirige a Jim que está desarticulado, lo levanta y le incrusta el pequeño tubo en la yugular. Él ya no siente dolor, sabe que su amada está con vida y eso le hace sentirse en paz. La abuela agita el tubo para que el plasma de ella penetre en el cuerpo de él, luego lo atrae de un brazo hacia la puerta por donde escurren luz y aire cálido, a la vez que se va desprendiendo de su disfraz hasta quedar también con la apariencia de sombra líquida. Él siente como es jalado por esa aberración de obsidiana a la puerta de su cuarto, ve como al penetrar por el umbral, primero sus dedos y luego su brazo, van desapareciendo, entonces parpadea y todo se ilumina. Cuando abre nuevamente los ojos, frente a él aparece una escena: en el horizonte se ven volando y ondulantes como serpientes metálicas, cuatro tornados que se acercan deshaciendo todo a su paso, como si contuvieran navajas de rasurar. Jim voltea y ve como todo se oscurece a su espalda, percibe que en la medida que en frente es más nítida la imagen de los tornados, su cuerpo paulatinamente se desintegra y desaparece hasta quedar convertido en pensamiento, en pensamiento inmerso en otros pensamientos.

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